04.09.2012. Del mismo modo que las ferias le dan vida a las plazas de Argentina, los marchés animan las plazas de los pueblos y de las ciudades de Francia. En todas las regiones, una vez por semana, en la plaza del pueblo entre el ayuntamiento y la iglesia, los verduleros, panaderos, floristas, queseros y carniceros instalan sus puestos de madrugada. El mercado es un rendez-vous ameno donde la gente puede ir de compras, encontrar productos frescos, así como alimentar sus lazos sociales. Les marchés son una parte importante de la tradición francesa.
Una garantía de calidad. Los marchés permiten que los productores regionales vendan las cosechas de sus huertas, la carne de sus criadores u otros productos de elaboración local (mermeladas, miel, embutidos, etc). Por eso, son sinónimo de calidad. Pero de manera general, las cantidades producidas son demasiado reducidas o demasiado irregulares para ser vendidas a nivel nacional. Por otro lado, el circuito corto sin condicionamiento, sin intermediarios y con transporte reducido, posibilita obtener un precio interesante tanto para el productor como para el consumidor. Históricamente, los marchés eran un lugar donde sólo se encontraban alimentos pero hoy en día se diversifican con puestos de ropa por ejemplo.
Le Marché des Marchés : Rungis. El barrio de Les Halles situado en el corazón de París, solía recibir el mercado central que Emile Zola describió como el Vientre de París en su libro epónimo (1873). El escritor hace referencia a la abundancia y opulencia de alimentos que se podían encontrar ahí. Pero el mercado parisino, arquetipo de los mercados, se volvió demasiado pequeño y al final de los años 1960 se mudó a la ciudad cercana de Rungis. Hoy en día, es allí que está ubicado el mercado de productos frescos más grande del mundo, que luego alimenta a todos los otros mercados de Francia. Mercado de profesionales y mayoristas, Rungis representa cada día billones de toneladas de víveres que transitan por los 470 000m² de sus galpones.
Un institución social. Más que una fuente de abastecimiento, los mercados son el lugar de encuentro para la gente del pueblo – o del barrio en las grandes ciudades. La gente se cruza, se reconoce, es interpelada por los anuncios de los vendedores. Siempre es un momento convivial. Vínculos de confianza se tejen entre vendedores y clientes: cada uno tiene su carnicero donde suele comprar un pollo asado, su pastelería donde encuentra el postre del almuerzo, su verdulero que a veces le regala alguna fruta… Cuando llega el mediodía, cada cual regresa a casa con el cesto lleno de las compras de la mañana y listo para cocinar un almuerzo para la familia. Durante las campañas electorales, los mercados son un lugar privilegiado de encuentro para los candidatos que vienen a distribuir volantes e interactuar con sus electores. En París, los mercados son el reflejo de los barrios : mestizado en Barbès y Belleville, exigente en Passy, orgánico en los Batignolles, de flores en la Isla de la Cité… Los mercados son los representantes del arte de vivir à la française.
Una fiesta para los sentidos. Perfumes, sonidos, sabores y colores estimulan los sentidos en un marché. Las frutillas en primavera, uvas y melones en el verano : cada estación tiene sus colores que adornan los puestos de verduras y frutas. El conjunto de puestos compone un recorrido olfativo donde se entremezclan los aromas de las baguettes, los quesos y las frutas frescas… invitando a los transeúntes a pararse y a caer en golosas tentaciones. En el sur de Francia, los marchés se caracterizan por los aromas de lavanda, y en el este los mercados de Navidad por los de Vin Chaud (vino tinto caliente con canela). A aquellos, se le suman los gritos de los vendedores: «Pescados frescos!», «Prueben mis mandarinas!» «Jamón cocido en promoción! Compren mi jamón!». La competencia es ardua! En el verano, el paseo goloso se termina generalmente en la terraza del café de la esquina, un puesto de observación privilegiado para admirar la alegre efervescencia del marché.