Los platos extranjeros compiten con las comidas tradicionales

Los 72 stands de delicias gastronómicas no son un lugar apto para los que tienen el «no» difícil. Es que si hay un momento en donde resulta imposible sobrevivir al olorcito de la cazuela de cabrito cordobesa o a los quesos de Tandil que pendulean hasta la hipnosis, hay otro donde los canastos de panadería francesa, las calorías de la sopa paraguaya o las de la torta galesa tientan como para arremeter contra el tumulto. Lo curioso es que en ese paseo culinario las propuestas foráneas conviven los platos autóctonos.
En el stand de Paraguay, el chipaguazú, un choclo desgranado con cebolla y queso cremoso ($12), voló. Antes, ya les habían arrancado de las manos la sopa paraguaya ($10), una sopa de harina de maíz y grasa de cerdo. «¿Un sandwich? Vinimos hasta acá y te vas a comer un sandwich?», le decía una mamá a su hijo mientras lo llevaba al stand de comida irlandesa. No sabía que ahí, en menos de una hora, se habían agotado el marroc casero ($1) y 18 tortas galesas y sólo quedaba picada en pinchos ($5).

Al lado, mientras los chinos freían panes rellenos con carne y verdura ($5) y reponían arrolladitos (3 x $10), los que esperaban querían probar algo nuevo: «Nos quedamos sin mooncakes, unas tortitas con porotos verdes y negros», avisaba el chino. Ni los franceses podían creer que el pan de chocolate ($5), el croissant de almendras ($5) o el guiso de carne con vino escaseran. Ni que el Lehmeyun ($5), una empanada abierta que brilló en el stand armenio, compitieracon codo a codo con las clásicas empanadas salteñas.